En las dos plantas del Museo, la exhibición luce como una celebración de colores y formas, que en parte registran un itinerario a dúo en la vida y el arte.
El Museo de Arte Contemporáneo de La Boca (MARCO) exhibe una gran muestra de Juan Stoppani y Jean Yves Legavre, que reúne unas cinco décadas de obras: pinturas, esculturas, instalaciones, escenografías, vestuarios, objetos y accesorios, en un cruce entre París y Buenos Aires y entre arte, teatro y vida. Buena parte de las obras fueron reconstruidas durante los últimos años.
Para contar la llegada para instalarse en Buenos Aires, Legavre condensa una experiencia de vida en un brevísimo relato: “Durante el descenso del avión, veía una selva inmensa y el mar tranquilo. Cuando apareció Buenos Aires, un pasajero francés exclamó: ‘¡La Boca!’. Azul y amarillo, se veía el óvalo perfecto de La Bombonera. Era el año 2007, en el que arteBA le hacía entrega a Juan Stoppani de un premio. Conocí entonces la magia de los árboles de la Plaza San Martín y el Kavanagh”.
Y sigue: “En 1970, con la dirección de Alfredo Arias, en la obra “Eva Perón” de Copi, Facundo Bo (en el rol de Eva) abrazaba como King Kong a los edificios de Buenos Aires. Para esa escena, Juan había realizado el vestuario y yo los accesorios. Desde esos días hasta hoy no hemos parado de trabajar juntos”.
La Boca es el barrio donde viven Stoppani y Legavre hace varios años, después de tantas décadas en París y de la intensidad de la cercanía y amistad creativa con Copi, entre otros grandes de la escena, la literatura y el arte.
La antesala del Marco es un pequeño café y lo primero que ve el visitante al ingresar al Museo, al lado del mostrador, colgado encima de una de las mesas del café, es un cuadro de Stoppani (un acrílico sobre tela de 167 x 195 cm, de 2011) que evoca el “Arrollado Caruso” de Doña Petrona.
Esa pintura no solo remite a una comida, sino especialmente a un mundo y a una época, y también a una muestra en la que esta obra estuvo incluida: “Patria Petrona”. En esta oportunidad, la coherencia del montaje ubicó la pintura en el espacio del café, porque parece un anuncio de lo que el visitante va a encontrar en el menú. En todo caso, hay que revisar el menú de la memoria.
La exposición “Patria Petrona” (Fundación Proa, 2011; Museo Nacional de Bellas Artes, 2012), de Alfredo Arias, con la colaboración de Pablo Ramírez y Juan Stoppani, era una evocación bellamente kitsch y divertida de las comidas, consumos y costumbres argentinas de las décadas del cuarenta y cincuenta del siglo pasado. La muestra incluía tortas de cerámica, vestuario (Ramírez) y pinturas (Stoppani) inspirados en la repostería de Petrona C. de Gandulfo, la más popular cocinera argentina entre las décadas de 1940 y 1980, especialmente por su libro de recetas y programas de televisión. El libro (que, según se sabe, vendió alrededor de un centenar de ediciones, es un impresionante compendio de recetas (generalmente con mucha manteca y huevos) con toques de manual de “buenas costumbres” y de protocolo. La idea de esa muestra por parte del dramaturgo, actor y director Alfredo Arias, era rememorar su propia infancia, que tenía como telón de fondo la década peronista en que comienza el ascenso social.
Quien firma estas líneas se asomó oportunamente al libro de Petrona (una edición de 30.000 ejemplares impresa en 1950) y tomó nota, por ejemplo, de que la torta “Rancho don Goyo” lleva doce huevos, 620 gramos de azúcar, medio kilo de manteca y medio kilo de harina, entre otra artillería pesada. Y el sandwich de jamón, según Petrona, debe tener veinticinco centímetros de largo y untarse con cien gramos de manteca; mientras que el “sandwich de atún” (una especie de tarta) lleva trece huevos.
Pero las recetas de Petrona no sólo eran culinarias: en su ‘biblia’ se filtran patrones de conducta para acompañar la transformación social. Así, el libro contiene también fórmulas de vida, aprovechamiento del tiempo libre y toda una extensa propedéutica ideológica, moral y de costumbres. El libro es una enciclopedia con inclusiones proletarias, y así como pasa del sandwich de salame a la langosta, arma mesas humildes y también “mesas paquetas”: todo con toneladas de manteca y azúcar e infinidad de huevos. En el libro de Petrona el ascenso social se metaboliza como una bomba de colesterol. Y esto es coherente con la función inicial de Petrona en los años cuarenta: la habían contratado para promocionar las cocinas a gas y ella cumplió, entregando recetas explosivas. Las tortas que fabricó Arias –basadas en las increíbles láminas del libro– eran el postre ritual para celebrar bodas, cumpleaños, bautismos, tés, junto con homenajes sociales como la “torta patria”, y barriales, como la “torta/barco” para –precisamente– La Boca.
En las dos plantas del Marco, la exhibición luce como una celebración de colores y formas, que en parte registran un itinerario en el teatro de la vida.
Stoppani, artista y arquitecto, formó parte de las movidas de Ver y Estimar y el Di Tella en los años sesenta. Su obra pictórica pone en primer plano lo que usualmente estaba detrás, para vestir ambientes, resaltar objetos y personas, cambiando la función de lo que en algún momento se llamó “decorado”. Sus obras constituyen un entramado de geometrías de colores y escalas. Las pinturas, fuera de toda ilusión de profundidad, conforman patrones, símbolos y guardas como síntesis para registrar la formas que ofrece la cultura (visual). Pinturas de pura superficie con múltiples texturas y pigmentos.
En el Museo de Arte Contemporáneo de La Boca, Almirante Brown 1031, hasta el 7 de marzo. Reservar turno en museomarco.org
La nota completa, acá: https://www.pagina12.com.ar/319572-una-exposicion-del-gran-teatro-de-la-vida