Dixon deja un legado irremplazable en nuestras vidas y en el barrio de La Boca.
Quienes tuvieron la enorme fortuna de conocerlo, pueden atestiguar la pasión y sensibilidad con la que ejerció la profesión, su compromiso con la educación y su habilidad para inspirar a los más pequeños. Como artista investigó los contextos y fenómenos religiosos que forman parte de la cultura e idiosincrasia de los habitantes del Estado Yaracuy, conectando el ritualismo con la historia del arte de su Venezuela natal. A través de lo religioso y lo espiritual, estableció relaciones entre arte, vida y contexto. Por medio de su aguda mirada atravesada por la propia experiencia, creó un conjunto plástico en donde se entrecruzan diferentes sistemas de creencias y religiones, sin dar rango de importancia a alguna en particular.
Nuestros pensamientos y condolencias están con su familia, amigos y seres queridos.