Ernesto Ballesteros dialogó con Infobae Cultura sobre “Un dibujo”, la muestra inmersiva hecha con lápiz
Dibujamos. Desde siempre dibujamos. Desde las cavernas dibujamos.
En la infancia, para representar un mundo que se abre gigantesco, dibujamos corazones en cartas que nos avergüenzan, en los márgenes de las hojas para que el tedio de algunas clases sea más ligero, y dibujamos mapas para llegar a algún lugar. Pero algunos pierden la práctica en el camino, mientras otros la mantienen como base de su forma de vida, arte.
Y si decimos un dibujo, tenemos claro de qué se trata. O al menos eso creemos. Pero, ¿qué sucede cuando ese concepto se rompe?, ¿qué nos pasa cuando lo figurativo se convierte un estallido que nos estimula fuera de un plano? Un dibujo es la muestra que Ernesto Ballesteros, junto a un grupo de 17 artistas, presentará el 7 de mayo, luego de seis semanas de trabajo, en el Museo de Arte Contemporáneo de La Boca (Marco).
Y Un dibujo es también muchos dibujos, y ninguno a la vez, y puede ser el polvillo que los autos levantan en las calles de tierra, o el movimiento imperceptible de las estrellas, o aquello que estemos dispuestos a observar. Un poco de eso va esta muestra que Infobae Cultura recorrió durante su proceso de trabajo junto al artista.
Sean puntos en el espacio o el polen volando tras una ventisca, las dos plantas de Marco presentan un sin fin de muescas, amarrillas en la planta baja, y de varios colores en el primer piso, que proponen una experiencia inmersiva que juega con la luz solar y artificial, y que se magnifica y varia según la distancia que se lo observe.
Para el proyecto, Ballesteros reunió un equipo de 17 artistas interdisciplinarios, quienes ejecutan una premisa pero “cada uno tiene una sensibilidad distinta en sus ojos, en las manos y trabajan el lápiz con distintas velocidades”, por lo que “el trabajo se potencia porque no es una repetición de la misma, sino un anti seriado”.
Ballesteros comenzó a trabajar con lápiz en 2007, en “situaciones que se podían hacer mucho más rápido con pintura”, pero eligió “trabajar pensando en la lentitud y en el camino más largo para fijar mayor potencia en los colores al realizar capas tras capas suaves, como si fueran transparencias”.
“El lápiz es un elemento un poco más noble, marca esta individualidad, el proceso de cada artista que trabaja, más que otros materiales como el pincel, que esconde mucho más determinadas pulsiones o el spray, que oculta todo sentimiento, toda sensación de humanidad y parece más el trabajo de un robot”, comenta.
Los artistas participantes en el proceso son: Violeta Mollo, José Ignacio Fernandez, Laura Ojeda Bär, Ji Hyun Kim, Maximiliano Daniel Murad, Carlos Cima, María Mulder, Guido Orlando Contrafatti, Celina Eceiza, Lucia Reissing, Florencia Ferrari, Rocío Englender, Walter Andrade, María Valeria Maggi, Yael Desbrats, Triana Leborans y Juan Gabriel Miño.
— ¿Cómo se trabaja conceptualmente una obra coral donde hay tantas subjetividades, tanto azar más allá de la idea general?
— Me tomé el atrevimiento de llevar adelante un trabajo que es como un capricho. No todo lo que se ve tiene un porqué conceptual, y hay veces que el concepto cae cuando el trabajo está realizado. No me acuerdo quién dijo que “el espacio del arte es la libreta de bocetos del artista”, y esa idea me gusta. Lo llevo adelante confiando en que la experiencia está buena y el espectador no va a salir decepcionado, pero no le ofrezco más que eso, no le ofrezco el por qué. Todas las cosas que nos rodean tienen nombre, todas, hasta ese 95% de la materia que existe en el universo que es desconocida, a la que le hemos puesto materia oscura.
Todo tiene un nombre, hasta lo misterioso, entonces como todo tiene un nombre y yo me puse a buscar porque claro, no ofrezco un concepto del trabajo, pero sí, todo esto viene como resultante de cosas que leo que no tienen nada que ver con el arte, o sí, como la astrofísica y la cosmología cuántica, donde están las preguntas que más me hago.
Entonces me puse a bocetar títulos para esta muestra y todos los títulos tenían algo más o menos que ver con estos intereses, y por eso al final le puse Un dibujo, que en realidad es eso, agarrar un lugar que es caprichoso también para mostrar, porque este lugar no fue concebido para hacer muestras de plástica, sino que era un teatro, un cine, etcétera, que tiene muchos elementos raros.
— Entonces, el espacio termina delimitando a esa idea, a ese dibujo.
— Sí, la superficie es el sostén del trabajo, porque donde se trabaja son las paredes y es todo un mismo dibujo. De alguna manera alguno podría decir que es que hay un movimiento que está empezando o un movimiento que está finalizando. Si está empezando esto que sube, amarillo, está recién empezando y eso que está arriba, está empezando a salir de ese cúmulo y está terminando. Esto está terminando de caer y eso está terminando de agruparse en ese cúmulo y, por otro lado, se divide en dos. Una es el “mural de zócalo” y otra la pared.
— Por lo que comentás sobre tus intereses hay una asociación al tipo de trabajo que están realizando. Puede tener lecturas de los microscópico hasta lo inmenso, como lo que sucede en el galaxia visto desde nuestra perspectiva.
— Hay un campo asociado al electromagnetismo y cuando ese campo es excitado se produce la partícula, el fotón de luz, y hay un campo gravitatorio que cuando es excitado por una masa produce la gravedad. Entonces, las cosas que existen a nivel fundamental tienen un campo asociado. Es un campo que permea todo el universo y es excitado o no de la misma manera que el campo artístico, que es excitado de distintas maneras, tanto por quien produce como por quien observa. El arte contemporáneo todo el tiempo nos está empujando a ver el mundo de una manera enriquecida, porque la persona que observa también excita ese campo del arte y hay en ese campo grandes masas que producen grandes gravedades y masas muy pequeñas que producen casi nada de gravedad, casi que no perturban ese campo. Yo pienso que el arte está bastante lleno de gran impacto, del campo del arte excitado fuertemente con obras contundentes.
Cuando John Cage nos presenta esos tres o cuatro minutos de silencio, no nos está diciendo escuchemos la nada, sino que está diciendo prestemos atención como si estuviéramos escuchando música, pero escuchemos el latido del corazón, la bocina, al otro. Yo jugué a eso, a que la pared blanca sea excitada lo menos posible con el color más cercano, el amarillo, que encima es el color con el que tenemos más sensibilidad: está en el centro del arco iris, en el centro de nuestra posibilidad de ver en electromagnetismo, en toda la banda de los rayos gamma, hasta en el medio de las ondas de radio.
Hay un polvo primordial que está ahí desde siempre, en movimiento, pero las cosas empiezan cuando se juntan dos átomos y empiezan a tener más atracción que uno solo entonces. Así, todo empieza a girar desde el principio. Me interesa que el observador haga sus propias uniones, y no presentarle una teoría sobre lo que es, que una estas pequeñas partes para armar su todo. Que le haga recordar cuando caen las flores en otoño amarillas o el polen, por decir algo. Me gusta cuando el observador es más libre y vuela un poco para que pueda disfrutarlo.
— Claro, pero eso puede suceder o no, y más si mucho del arte contemporáneo se convierte en cercano recién cuando hay un texto explicativo, un porqué, lo que de alguna manera genera también un comportamiento en el observador, una necesidad de que todo sea masticado.
— A mi me interesa que sea libre, que es algo que digo también en mis clínicas para artistas. Si estuviera haciendo un retrato, bueno, queda claro, pero me interesó soltarlo ahí para que el observador no necesite un porqué, no me interesa cuál es la respuesta.
Sucede que de algún lugar de arriba cae como tiene que ser la época en el arte, el concepto siempre estuvo, pero el concepto primero fue una necesidad en un momento. Cuando Duchamp puso el mingitorio seguro le preguntaron ¿qué onda? O a Odilon Redon qué significaban sus pinturas. Yo no quiero que me expliquen nada, y me parece que está bueno
— Cuánto hay de caos y cuánto de planeamiento, entonces.
— Yo armo la puesta en el espacio, con una cintita donde ellos pusieron su marca. No quería ni que parezca una explosión localizada, ni que parezca que está diseñado de mayor a menor, ni algo seriado, que es como se dan las cosas cuando uno observa las estrellas, a los cúmulos de galaxias, que es algo que no está diseñado, simplemente sucedió.
Me parece muy rico porque hay gente que entiende mi premisa de una manera, otra, de otra, todos tienden a lo mismo, pero es muy diferente. Un paisaje sería muy aburrido si todas las plantas fueran de la misma especie, el ojo se maravilla en un paisaje porque hay infinidad, muchísimas especies de árboles arbustos, pastitos, hierbas, cardos, entonces de alguna manera eso pasa acá. Lo que podría ser un error es la diversidad.
Un detalle lo cambia todo. Que se le aplique más o menos presión al lápiz produce una diferencia, empiezan a pasar cosas que hacen que el ojo se sorprenda dentro de una cosa que es muy parecida, casi igual, pero subyace una diferencia abismal entre un objeto y el otro.
— ¿A qué se debe la diferencia de colores entre la planta baja y el primer piso?
— Abajo me interesaba esa poca diferencia con el fondo y arriba los dibujos trabajan con todo el espectro y tiendo a juntarlo en un lugar. Hay algunos dibujos en que están todos juntos y los colores se superponen, se transparentan. No es que uno tapa al otro, entonces ya ahí hay estos cositos que están ahí flotando, son transparentes y son como todas las posibilidades de nuestra visión. Son dibujos que dan cuenta de la diversidad que acá se produce, la diversidad en todo sentido, como algo natural. Dada la textura de la pared cuando uno se acerca ve cada colorcito y cuando se aleja ve un marrón, un gris amarronado, etcétera.
No hay un concepto directo, pero sé que son fruto de mis lecturas sobre el espacio-tiempo, el devenir del espacio-tiempo, la singularidad, temas sobre los que dibujaba. Con el tiempo fui dejando que lo que estudio, las preguntas que me hago a nivel de existencia de la realidad tengan necesariamente una línea directa con mi trabajo, y lo que me pasa es que después terminó haciendo trabajos que no tengo ni idea de dónde vienen, pero confío en algunos de ellos. Me parece que reflejan mi sorpresa ante el mundo y no les pido otra cosa, es como una sensación.
Entonces sin darme explicaciones a mí mismo de por qué me parece que reflejan esa sorpresa dejo que existan.Tendemos a pensar de que somos únicos y únicas, entonces es ¿cómo puede ser eso?, ¿puede ser esa idea antropocéntrica de que de un lugar sale todo? y no, capaz que la vida no empezó en África como se dice, sino en todos lados. O una teoría que va mucho más allá como la panspermia que habla de que la vida no nació en el planeta, sino que está en todos lados transportándose escondidita a nivel pequeñísimo en meteoritos, asteroides. No es que un día dije, “uy, voy a hacer esto que sé”, fue saliendo. Casi no veo cosas de arte y si veo es porque no puedo evitarlo, pero todos mis días leo, miro videoconferencias, hago cursos de esto, porqué existe algo en vez de no existir nada, etcétera, y esto es consecuencia muy indirecta, si querés. Entonces por eso después cuando me preguntan del concepto, digo “Ah, cierto, que este es el terreno del arte, okay”, pero a la vez soy consciente de que me interesa que el observador también tenga esa experiencia no local con la idea necesariamente.
*”Un dibujo”, de Ernesto Ballesteros, del 7 de mayo hasta septiembre, en MARCO- Museo de Arte Contemporáneo de La Boca, Av. Almirante Brown 1031, Barrio de La Boca, CABA. Miércoles a Domingos de 11 a 19 hs. Café: Miércoles a Domingos de 9 a 19 hs.
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